sexta-feira, julho 28, 2006

Leurs yeux toujours purs

Jours de lenteur, jours de pluie,
Jours de miroirs brisés e d'aiguilles perdues,
Jours de paupières closes a l'horizon des mers,
D'heures toutes semblables, jours de captivité,

Mon esprit qui brillait encore sur les feuilles
E les fleurs, mon esprit est nu comme l'amour,
L'aurore qu'il oublie lui fait baisser la tête
Et contempler son corps obéissant et vain.

Pourtant, j'ai vu les plus beux yeaux du monde,
Dieux d'argent qui tenaient des saphirs dans
[ leurs mains,
De véritables dieux, des oiseaux dans la terre
E dans l'eau, je les ai vus.

Leus ailes sont les miennes, rien n'existe
Que leur vol qui secoue ma misère,
Leur vol d'étoile e de lumière
Leur vol de terre, leur vol de pierre
Sur les flots de leurs ailes,

Ma pensée soutenue par la vie e la mort.



Paul Éluard

sexta-feira, julho 21, 2006

Livre do Desassossego

Mais umas horas em nossa companhia e do mar
no Guincho

Junto ao mar há menos poluição
a água tem oxigénio que se espalha no ar quando as ondas rebentam
como se as ondas carregassem ampolas de vidro muito fino
com oxigénio lá dentro
estou a escrever disparates eu sei
mas hoje foi dia de disparates
e de sol
começamos por apanhar sol
li fumaste falámos (de quê?)
disseste algo que tinha a ver com a perfeição
atingirmos a perfeição ou qualquer coisa do género
sermos melhores amarmos melhor entregarmo-nos plenamente a alguém
e eu perguntei para quê
de que serve sermos melhores amarmos e entregarmo-nos a alguém
tu sabes deves saber mas eu não e por isso tudo me parece inútil
desde que viemos de lá que tudo me parece inútil
e já antes de irmos tudo me parecia inútil
mesmo assim ainda comprei uns calções brancos e um livro chamado
o maravilhoso número pi
comecei a ler-to no teu carro mas estava em modo descapotável
e com o vento a velocidade e a música não ouviste nada
mesmo assim sorriste
tens um sorriso tão lindo deve ser por ser triste
mas apesar de triste é um sorriso que ainda acredita
e contaste-me do chocolate
das mensagens que leste no telemovel dele
e eu recontei-te das que li no telemovel dele


Ajudavas-me a traduzir a Koskivaara quando eles chegaram
lindos lindos lindos um par disseste tu e eu concordei
mas depois olhámos melhor e eles olharam-nos
e nós olhávamos eles olharam-nos melhor
e eles olhavam-nos e fingiam conversar
e nós fingiamos conversar eles também
rimos num quarteto em ri
só assim nem merecia ser contado
mas pensando melhor foi o choque estético do dia
(achas que nós fomos o deles?)
há perguntas que são maus sinais
nunca antes eu te perguntaria uma coisa dessas
era no tempo em que tinhamos certezas


i

El río

Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas de sábana y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo. Entonces está bien, qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua, y además no es cierto porque estás aquí dormida y respirando entrecortadamente, pero entonces no te has ido cuando te fuiste en algún momento de la noche antes de que yo me perdiera en el sueño, porque te habías ido diciendo alguna cosa, que te ibas a ahogar en el Sena, o sea que has tenido miedo, has renunciado y de golpe estás ahí casi tocándome, y te mueves ondulando como si algo trabajara suavemente en tu sueño, como si de verdad soñaras que has salido y que después de todo llegaste a los muelles y te tiraste al agua. Así una vez más, para dormir después con la cara empapada de un llanto estúpido, hasta las once de la mañana, la hora en que traen el diario con las noticias de los que se han ahogado de veras.
Me das risa, pobre. Tus determinaciones trágicas, esa manera de andar golpeando las puertas como una actriz de tournées de provincia, uno se pregunta si realmente crees en tus amenazas, tus chantajes repugnantes, tus inagotables escenas patéticas untadas de lágrimas y adjetivos y recuentos. Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica, entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola. Pero ya ves, escojo el silencio, enciendo un cigarrillo y te escucho hablar, te escucho quejarte (con razón, pero qué puedo hacerle), o lo que es todavía mejor me voy quedando dormido, arrullado casi por tus imprecaciones previsibles, con los ojos entrecerrados mezclo todavía por un rato las primeras ráfagas de los sueños con tus gestos de camisón ridículo bajo la luz de la araña que nos regalaron cuando nos casamos, y creo que al final me duermo y me llevo, te lo confieso casi con amor, la parte más aprovechable de tus movimientos y tus denuncias, el sonido restallante que te deforma los labios lívidos de cólera. Para enriquecer mis propios sueños donde jamás a nadie se le ocurre ahogarse, puedes creerme.
Pero si es así me pregunto qué estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente. Ahora resulta que duermes, que de cuando en cuando mueves una pierna que va cambiando el dibujo de la sábana, pareces enojada por alguna cosa, no demasiado enojada, es como un cansancio amargo, tus labios esbozan una mueca de desprecio, dejan escapar el aire entrecortadamente, lo recogen a bocanadas breves, y creo que si no estaría tan exasperado por tus falsas amenazas admitiría que eres otra vez hermosa, como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible y hasta reconciliación o nuevo plazo, algo menos turbio que este amanecer donde empiezan a rodar los primeros carros y los gallos abominablemente desnudan su horrenda servidumbre. No sé, ya ni siquiera tiene sentido preguntar otra vez si en algún momento te habías ido, si eras tú la que golpeó la puerta al salir en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido, y a lo mejor es por eso que prefiero tocarte, no porque dude de que estés ahí, probablemente en ningún momento te fuiste del cuarto, quizá un golpe de viento cerró la puerta, soñé que te habías ido mientras tú, creyéndome despierto, me gritabas tu amenaza desde los pies de la cama. No es por eso que te toco, en la penumbra verde del amanecer es casi dulce pasar una mano por ese hombro que se estremece y me rechaza. La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo. Tengo que dominarte lentamente (y eso, lo sabes, lo he hecho siempre con una gracia ceremonial), sin hacerte daño voy doblando los juncos de tus brazos, me ciño a tu placer de manos crispadas, de ojos enormemente abiertos, ahora tu ritmo al fin se ahonda en movimientos lentos de muaré, de profundas burbujas ascendiendo hasta mi cara, vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos.
Julio Cortazar

terça-feira, julho 18, 2006

Die Bitteren Tränen der Petra von Kant

(...)
SIDONIE:
Claro. Entiendo muy bien tu amargura. ¿Fue él quien... pidió el divorcio?

PETRA:
No. Fui yo.

SIDONIE:
¿No fue él? ¡Vos... Dios mío!

PETRA:
Eso te espanta, ¿no es cierto? La pobre Petra, la pobrecita que no quería largar a aquel hombre, la que parecía tan desesperadamente enamorada, casi esclavizada, fue ella la que pidió el divorcio, qué horror, ¿no es cierto?

SIDONIE:
Es que, eso...

PETRA:
No, él no me engañó. Además, para mí, el adulterio no sería una razón para abandonarlo. En lo que a mí respecta la relación era absolutamente sana. Hacíamos, los dos, hincapié absoluto en tener placer, sea con quien fuera. No nos interesaba la fidelidad; quiero decir, la fidelidad forzada. Mentalmente, cada uno de nosotros era indudablemente fiel al otro. No, si la cosa no funcionó fue por otros motivos. Lo cierto es que cuando todo es falso sobrevienen el asco o el odio. Pero todo eso no tenía nada que ver con lo que pasaba alrededor nuestro, con otras personas o... (Marlene entra, sirve el café) Gracias.

SIDONIE:
Para mí también. Gracias.

PETRA:
Ahora volvé a tu dibujo, por favor. Es muy urgente. (Marlene vuelve a dibujar.)

SIDONIE:
¿Podemos...?

PETRA:
¿Marlene? Marlene hace más de tres años que está conmigo. Marlene oye todo, ve todo, sabe todo. No tenés que tomarla en cuenta.

SIDONIE:
Bueno, siguiendo con lo nuestro. ¿Qué fue lo que los hizo volverse dos extraños? ¿Qué fue lo que los hizo enfermarse?

PETRA:
¡Ah, Sidonie!

SIDONIE:
Mirá, Petra, Lester y yo también pasamos por uno de esos períodos en los que se tiene la impresión de que todo ha terminado. Sentí esa sensación de cansancio, hasta de asco. Pero... es necesario ser muy inteligente, vos sabés, muy comprensiva, tener mucha humildad. Como mujeres, nosotras tenemos los medios y hay que saber usarlos.

PETRA:
Yo no quería utilizar ningún medio, sobre todo esos medios que tienen “las mujeres”. Renuncié a todos esos trucos de contorsionista.

SIDONIE:
¿Trucos?, Petra, yo...

PETRA:
Sí, son eso. Trucos de circo. Pequeños lucros por aquí y por allí, si preferís que te lo diga así. Y el resultado que se consigue es la falta de libertad, la obligación. “Humildad”, el simple hecho de escuchar esa palabra me hace...

SIDONIE:
No te rías, Petra, no te rías, por favor. Lester y yo, ahora, somos felices, ¡verdaderamente felices! La humildad terminó rindiendo... lucros. Él cree que me domina, yo dejo que lo crea, pero, en realidad, impongo siempre mi voluntad.

PETRA:
Sabes, Sidonie, entiendo muy bien lo que decís. Puede ser que eso sea muy bueno para Lester y vos. Ese sometimiento, puede ser que sea verdaderamente lo que ustedes necesitan. Pero mirá... Frank y yo queríamos vivir un gran amor. Y para nosotros, un gran amor, significa saber siempre exactamente lo que nos pasa a cada uno. No queríamos ser una pareja cualquiera que se mantiene unida por... buena educación. Lo que queríamos era poder elegir siempre, estar siempre alerta, siempre... libres.

SIDONIE:
Petra, no entiendo por qué complicar lo que puede ser simple. La buena educación, como vos decís, es algo que existe y tiene que ser usada. La persona que está siempre buscando novedades, cuando lo que existe ya ha dado suficientes pruebas de su utilidad, bueno, esa persona...

PETRA:
Nosotros queríamos ser felices juntos. ¿Me entendés?; juntos. No hay ninguna receta para eso que sea infalible. Por lo menos yo no la conozco.

SIDONIE:
¿Y entonces qué pasó para que se tuvieran... asco, si había tanta franqueza, tanta comprensión?

PETRA:
El éxito, por ejemplo. El éxito que yo tuve y que Frank ansiaba y realmente necesitaba. Fue así que todo empezó, así de simple. Sí.

SIDONIE:
Sí. Pero ¡perdonáme! El éxito no es una razón...

PETRA:
¡Hombres! Y su vanidad. Ah, Sidonie. Él quería protegerme, darme todos los gustos. Ah, sí, él me tomaba en serio, respetaba mis puntos de vista; pero a pesar de todo pretendía mantenerme. Es con ese subterfugio con el que la opresión se empieza a hacer sentir. Y de ahí en más, las cosas pasan así: escucho lo que decís y te entiendo, pero el dinero... ¿quién gana el dinero?, ¿quién se mata trabajando? Ah, Sidonie. Al principio me decía: mi amor, lo que vos ganás lo vamos a depositar en una cuenta especial, un ahorro para que algún día compremos una casita o un auto sport, o algo por el estilo. Yo asentía con la cabeza, yo estaba de acuerdo, porque... él era tan delicado, Sidonie, y también porque el amor con el que me envolvía realmente me emocionaba, me... sofocaba de tanta felicidad. Y cuando las cosas empezaron a irle mal, sabés, al principio fue casi cómico ver cómo su ridículo orgullo se sentía herido y, para serte franca, yo hasta sentía un cierto placer, sobre todo porque creía que él se daba cuenta de lo ridículo que era su comportamiento. Él no se había dado cuenta. Y, más adelante, cuando traté de explicarle, de decirle que a mí no me importaba si un hombre está en la cima o no, ya era muy tarde. Cuando se tocaba ese tema era como hablarle a una pared, Sidonie, era como hablarle a la pared. Y entonces, la sinceridad se fue muriendo poco a poco. Creo que me decepcioné mucho por su culpa, por mi culpa, y resolví terminar con todo. Dejé de amarlo. Los últimos seis meses fueron horribles, creéme, ¡horribles! Menos mal que él notó que todo se estaba terminando y así sufrió menos. Pero no lo aceptó, ¡no! Hasta en eso no se portó bien. Él trató de quedarse conmigo, no completamente, no del todo, pero por lo menos en la cama. Eso fue lo que hizo sentir asco. Él trató con técnica, con violencia. Yo lo dejé dominarme. Soporté eso, pero... ¡qué sórdido me pareció ese hombre!

SIDONIE:
¡Petra!

PETRA:
¡Apestaba! Tenía olor a macho. Ese olor que tienen los hombres. Lo que antes me parecía delicioso, me excitaba... ahora me daba ganas de vomitar, de llorar. Y su manera de cogerme...

SIDONIE:
¡No, Petra!, por favor.

PETRA:
Ahora me vas a hacer el favor de escuchar esta historia hasta el final. Él me cogía como un toro a una vaca. Ya no había el menor rastro de afecto, ningún interés por el placer de la hembra. Y los dolores, Sidonie, vos no te imaginás los dolores. Y a veces, a pesar de todo, yo... ¡La vergüenza! ¡Qué vergüenza! ¡Sentía tanta vergüenza! Él... él creía que yo lloraba por amor, por placer. Era un idiota, ¡qué idiota! ¡Qué idiotas que pueden llegar a ser los hombres!

SIDONIE:
¡Mi pobre, pobre Petra! Como has sufrido.

PETRA:
Yo no necesito tu piedad. Él... él necesitó, la mía. Compresión, bondad o piedad, pero fue imposible. Yo no tenía nada para darle. Ya no sentía nada por él. Al contrario, todo iba de mal en peor. Cuando comíamos juntos, su manera de masticar me sonaba como una explosión, cuando tragaba -yo no soportaba más. Su manera de cortar la carne, de comer las verduras, de sostener el cigarrillo, de agarrar el vaso de whisky... Todo eso me parecía tan ridículo, tan... afectado. Sentía vergüenza de él, y por él, porque me parecía que todos lo que lo miraban lo veían como yo. Claro que había histeria atrás de todo eso, una especie de pánico, Sidonie. Ya estaba todo perdido. Terminado. Acabado. Pasado. (Pausa) Siento vergüenza.

SIDONIE:
No tenés por qué. No tenés motivos para avergonzarte. Al final de cuentas vos hiciste lo posible por comprender. Trataste de descubrir lo que pasaba.

PETRA:
Yo creo que el hombre es así, necesita a alguien a su lado, pero... no sabe compartir. (Timbre) ¡Marlene! (Marlene se levanta y sale.)
(...)

Rainer W. Fassbinder

segunda-feira, julho 17, 2006

Versi del testamento

La solitudine: bisogna essere molto forti
per amare la solitudine; bisogna avere buone gambe
e una resistenza fuori del comune; non si deve rischiare
raffreddore, influenza o mal di gola; non si devono temere
rapinatori o assassini; se tocca camminare
per tutto il pomeriggio o magari per tutta la sera
bisogna saperlo fare senza accorgersene; da sedersi non c’è;
specie d’inverno; col vento che tira sull’erba bagnata,
e coi pietroni tra l’immondizia umidi e fangosi;
non c’è proprio nessun conforto, su ciò non c’è dubbio,
oltre a quello di avere davanti tutto un giorno e una notte
senza doveri o limiti di qualsiasi genere.
Il sesso è un pretesto. Per quanti siano gli incontri
– e anche d’inverno, per le strade abbandonate al vento,
tra le distese d’immondizia contro i palazzi lontani,
essi sono molti – non sono che momenti della solitudine;
più caldo e vivo è il corpo gentile
23
Pier Paolo Pasolini / La poesia che dice tutto
che unge di seme e se ne va,
più freddo e mortale è intorno il diletto deserto;
è esso che riempie di gioia, come un vento miracoloso,
non il sorriso innocente o la torbida prepotenza
di chi poi se ne va; egli si porta dietro una giovinezza
enormemente giovane; e in questo è disumano,
perché non lascia tracce, o meglio, lascia una sola traccia
che è sempre la stessa in tutte le stagioni.
Un ragazzo ai suoi primi amori
altro non è che la fecondità del mondo.
È il mondo che così arriva con lui; appare e scompare,
come una forma che muta. Restano intatte tutte le cose,
e tu potrai percorrere mezza città, non lo ritroverai più;
l’atto è compiuto, la sua ripetizione è un rito. Dunque
la solitudine è ancora più grande se una folla intera
attende il suo turno: cresce infatti il numero
delle sparizioni –
l’andarsene è fuggire – e il seguente incombe sul presente
come un dovere, un sacrificio da compiere alla voglia
di morte.
Invecchiando, però, la stanchezza comincia a farsi sentire,
specie nel momento in cui è appena passata l’ora di cena,
e per te non è mutato niente; allora per un soffio
non urli o piangi;
e ciò sarebbe enorme se non fosse appunto solo
stanchezza,
e forse un po’ di fame. Enorme, perché vorrebbe dire
che il tuo desiderio di solitudine non potrebbe esser più
soddisfatto,
e allora cosa ti aspetta, se ciò che non è considerato
solitudine
è la solitudine vera, quella che non puoi accettare?
Non c’è cena o pranzo o soddisfazione del mondo,
che valga una camminata senza fine per le strade povere,
dove bisogna essere disgraziati e forti, fratelli dei cani.



Pier Paolo Pasolini

sábado, julho 15, 2006

O Binómio de Newton

O Binómio de Newton é tão belo como a Vénus de Milo.
O que há é pouca gente para dar por isso.
óóóó — óóóóóóóóó — óóóóóóóóóóóóóóó
(O vento lá fora.)


Alvaro de Campos

sexta-feira, julho 14, 2006

Le veilleur du Pont-au-Change

Je suis le veilleur de la rue de Flandre,
Je veille tandis que dort Paris.
Vers le nord un incendie lointain rougeoie dans la nuit.
J'entends passer des avions au-dessus de la ville.

Je suis le veilleur du Point du Jour.
La Seine se love dans l'ombre, derrière le viaduc d'Auteuil,
Sous vingt-trois ponts à travers Paris.
Vers l'ouest j'entends des explosions.

Je suis le veilleur de la Porte Dorée.
Autour du donjon le bois de Vincennes épaissit ses ténèbres.
J'ai entendu des cris dans la direction de Créteil
Et des trains roulent vers l'est avec un sillage de chants de révolte.

Je suis le veilleur de la Poterne des Peupliers.
Le vent du sud m'apporte une fumée âcre,
Des rumeurs incertaines et des râles
Qui se dissolvent, quelque part, dans Plaisance ou Vaugirard.
Au sud, au nord, à l'est, à l'ouest,
Ce ne sont que fracas de guerre convergeant vers Paris.

Je suis le veilleur du Pont-au-Change
Veillant au coeur de Paris, dans la rumeur grandissante
Où je reconnais les cauchemars paniques de l'ennemi,
Les cris de victoire de nos amis et ceux des Français,
Les cris de souffrance de nos frères torturés par les Allemands d'Hitler.

Je suis le veilleur du Pont-au-Change
Ne veillant pas seulement cette nuit sur Paris,
Cette nuit de tempête sur Paris seulement dans sa fièvre et sa fatigue,
Mais sur le monde entier qui nous environne et nous presse.
Dans l'air froid tous les fracas de la guerre
Cheminent jusqu'à ce lieu où, depuis si longtemps, vivent les hommes.
Des cris, des chants, des râles, des fracas il en vient de partout,
Victoire, douleur et mort, ciel couleur de vin blanc et de thé,
Des quatre coins de l'horizon à travers les obstacles du globe,
Avec des parfums de vanille, de terre mouillée et de sang,
D'eau salée, de poudre et de bûchers,
De baisers d'une géante inconnue enfonçant à chaque pas dans la terre grasse de chair humaine.

Robert Desnos

quarta-feira, julho 12, 2006

Vi a transfiguração

Vi a transfiguração
do meu primeiro amor .
Vi essa criança
transformar-se em insecto
e desaparecer para sempre
devorada
pela escuridão da noite.
As suas mãos
ficaram
enfiadas no meu ser.
Metidas
com toda a força
no meu pensamento.
Ficaram
coladas à minha lembrança.
Agarradas aos meus olhos.
Eram as mãos de Eurídice
longas e psíquicas
cintilantes como a luz da lua.
A recordação era tão absorvente
que me trabalhou por dentro.
O corpo começou a apodrecer.
Uma película estalou
e caiu como uma casca.
Quando me vi nu
não me reconheci.
Eu era outro.
Tinha crescido sem medida.
Era incapaz de vestir roupa.
Quando experimentava umas calças
rebentava-as nas costuras.
Sentia o desconforto de um gigante.
Era-me impossível um transporte público
um café
ou um cinema.
Tudo me era aperto.
As suas mãos infinitas
estavam sempre presentes no meu espírito.
Doces.
Cintilantes.
Cheias de luz.
O mundo que me rodeava aborrecia-me.
Tinha distracções a mais.
Eu queria devotar-me à recordação
daquelas mãos.
Era uma saudade intensa
cheia de calor
que chegava para me alimentar a vida
e me encher o espírito de esperança.
As suas mãos afastavam-me do mundo
pedindo-me fidelidade e adoração.
Tudo me recordava
a fragilidade que havia na sua luz.
Era a essa janela que eu me encostava
e me deixava ficar.
Era a pureza da infância
que eu contemplava
quando pensava na sua ausência.
Era a beleza da luz
que eu inventava
quando encostava a boca à escuridão.
Passei a viver de noite
encostado
à janela da memória.
Tornei-me um habitante do lado obscuro
e silencioso da vida.
Fiquei só com o céu.
A saudade cresceu.
Fazia-me amar tudo.
A terra já não me chegava.
Eu precisava de um além.
Eram os astros.
O meu passado e o firmamento
tinham a mesma natureza.
Cresciam com a mesma força.
O céu e a minha alma eram idênticos.
No céu havia o infinito da minha saudade
e a luz da minha memória.
Na minha alma vibrava uma ondulação celeste
sem fundo nem medida.
Passava pela minha vida
uma aragem infinita
uma comoção cósmica.
À janela da recordação
eu vigiava o firmamento.
As suas mãos brilhavam nas trevas.
As suas mãos cintilavam no céu.
Eram uma tatuagem celeste.
A constelação eterna.
o nome da noite.
Ainda hoje eu me encosto a essa janela.
Ainda hoje eu me alimento
da lembrança das suas mãos.
Ainda hoje eu tenho a boca
contra a mesma escuridão.
Nos meus olhos
há o céu do seu olhar .
No meu silêncio
o mistério do seu nome
e na obscuridade da minha vida
ficou para sempre a pulsar
a noite dessa saudade.


António Cândido Franco

Do íntimo!

¡Adios!
¡Adios!, montes e prados, igrexas e campanas,
¡adios!, Sar e Sarela, cubertos de enramada,
¡adios!, Vidán alegre, moíños e hondanadas,
Conxo, o do craustro triste i as soedades prácidas,
San Lourenzo, o escondido, cal un niño antre as ramas,
Balvis, para min sempre o das fondas lembranzas,
Santo Domingo, en donde canto eu quixen descansa,
vidas da miña vida, anacos das entraña.
E vós tamén, sombrisas paredes solitarias
que me vicheis chorare soia e desventurada,
¡adios!, sombras queridas, ¡adios!, sombras odiadas,
outra vez os vaivéns da fertuna
pra lonxe me arrastran.

Cando volver, se volvo, todo estará onde estaba;
os mesmos montes negros i as mesmas alboradas,
do Sar e do Sarela, mirándose nas auguas.
Os mesmos verdes campos, as mesmas torres pardas
da catredal severa, ollando as lontananzas.
Mais os que agora deixo, tal como a fonte mansa
ou no verdor da vida, sin tempestás nin bágoas,
¡canto, cando en tornare, vítimas da mudanza,
terán de présa andado, na senda da desgracia!
I eu... mais eu nada temo no mundo,
¡que a morte me tarda!

Rosalía de Castro

O saquinho das nozes


Quando passávamos férias em Melgaço era obrigatória uma visita a Além, à casa da nossa tia Tereza.Era uma obrigação gostosa!
O simples nome do povoado evoca sentimentos sublimes.Além, ou o Além é sinónimo de Paraíso e eram , na verdade, paradísiacos o local e a casa da tia Tereza.Chamava-se Tereza de Jesus e lembrava um anjo.Alta, elegante, cabelo enrolado na nuca, o qual se desprendia em anéis sobre a face, trazia um fio de ouro ao pescoço, com um crucifixo no decote.De porte altivo, calmo, tranquilo, voz suave, sorriso afável, soube sempre rodear-se de serenidade.
Meu tio Zé do Cabo, seu marido, tinha no rosto a expressão sorridente e feliz de quem escapou nos horrores da guerra de 1914-1918, onde andara a combater, em terras de França,entre as baionetas, a metralha e os gases mortíferos que foram uma das armas de destruição. Foi gaseado, mas sobreviveu.
A casa em que viviam, com seus quatro filhos, era uma daquelas mansões antigas em granito coberto de musgo.Ficava isolada no meio do povoado, toda cercada pelo verde dos campos.
entrava-se e respirava-se a paz.Nas grossas paredes de granito, as janelas de subir e descer ficavam recuadas entre dosi bancos esculpidos na própria pedra, deixando entrar uma luz suave, filtrada pela vegetação do exterior.
Aos nossos passos rangiam as largas tábuas do sobrado de madeira muito esfregadas e limpas.Nas jarras havia flores sobre as arcas, cobertas com panos de renda.
Pela porta das traseiras passava-se para um pátio sobranceiro ao vale, no qual se erguia uma belíssima nogueira de folhavem leve, através da qual tremeluziam os raios de sol, num jogo de luz e sombra.E aquela enorme nogueira do pátio , se dava nozes!
Depois minha tia pegava-me na mão e levava-me até junto de uma das arcas, na sala.Abria o tampo e dizia-me:
-Quereis levar umas nozes?
Eu ficava maravilhada.Minha tia pegava num saquinho feito em linho caseiro, tecido por ela e enchia-o.Não adiantava eu dizer:
-Não me dê tantas! Já chegam!
Tenho ainda nos ouvidos, o ruído das cascas daquelas nozes a rangerem-lhe entre os dedos e a caírem no saquinho.
No fim atava-o com o próprio atilho e dizia-nos em tom meigo:
- Levai! Que lá em Lisboa não as tendes!
Era um presente dado com gosto.
Ainda hoje quando como nozes, me lembro da minha tia Tereza e da magnifica nogueira plantada no pátio de onde se avistava a paisagem em redor, dum paraíso que só existe na minha memória e que já não encontro.


Ruth San Payo,
in Tempos que ja lá vão,Dezembro 2000

terça-feira, julho 11, 2006

A sua língua e a minha


Se as mulheres soubessem quanto lhes ficamos agradecidos, como as amamos mais, como as apreciamos mais quando não nos obrigam à ginástica sueca para despi-las!
Na sinceridade de sua defesa não acreditamos, à naturalidade do seu pudor não prestamos fé, pelo menos nós — os homens inteligentes .
Não nos empenhamos em encontrar a donzela arisca e pudibunda. A donzela arisca e pudibunda pode agradar aos homens feitos em casa, educados pelos salesianos, que até aos vinte e cinco anos frequentam os oratórios, que usam punhos redondos e botinas inteiriças, elásticos do lado.
A estes homens agradam as raparigas de cérebro blindado com argamassa, que deixam formar-se teias de aranha naquelas partes que as outras, as de que nós gostamos, têm continuamente em exercício.
Nós gostamos da mulher que ao entregar-se mostra a mesma impaciência com que a procuramos.
Isto é, a mulher que, depois de dois mil anos de estupidez moral cristã, procede como se a moral nunca tivesse existido.
Isto é, a mulher que não liga nenhuma importância à função sobre a qual se construiu uma fé, u’a moral, uma literatura.
Que coisa se poderá imaginar mais maravilhosa do que esta? Reflitamos um instante! U’a mulher entra num quarto, despe-se, deita-se... lava-se, torna se a vestir, vai-se.
Esta mulher, com um gesto tão simples, desarmou u’a moral, zombou de uma fé, desprezou uma literatura!

Pitigrilli

Contra Jaime Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!


Jaime Gil De Biedma

segunda-feira, julho 10, 2006

Moscú - Camino a la estación Kursk



Todos dicen: Ah, el Kremlin, el Kremlin. Todos me hablaron de él, pero yo no lo he visto ni una sola vez. Cuántas veces (miles de veces) habré estado en curda por Moscú, o luego de una borrachera con la cabeza aún zumbándome, de Norte a Sur, de Este a Oeste, de un confín al otro de la ciudad, sin rumbo fijo. Pero al Kremlin, no lo vi ni una sola vez.
Lo mismo ayer, otra vez, a pesar de que estuve dando vueltas toda la tarde, tampoco lo ví, y no es que estuviera realmente borracho. Cuando llegué a la estación Savelovski, me permití un vasito de Subrovka, como para empezar, ya que por experiencia sé que no inventaron ninguna pócima mejor como para empezar el día.
Bien, un vaso de Subrovka. Y luego, en la calle Kaliaievskaia, otro vasito, por cierto no de Subrovka, sino de licor de cilantro. Un conocido mío dice que el licor de cilantro produce un efecto inhumano en las personas, es decir, al tiempo que fortalece los músculos, debilita el alma. Por alguna razón, a mí me produjo exactamente el efecto contrario: me fortaleció el alma al máximo, mientras se me ablandaron los músculos. Reconozco que eso también es inhumano. Por eso tomé ahí mismo, en la Kaliaievskaia, dos porrones de cerveza Shiguli y un fuerte trago de oporto, directamente de la botella.
Ustedes me preguntarán: ¿Y qué más tomaste, Venichka? Yo mismo no lo sé, no sé qué más tomé por el camino. Únicamente recuerdo -y de eso me acuerdo muy claramente-, que en la calle Chejovskaia tomé dos copitas de licor de hierbas. Pero de ninguna manera debo haber cruzado la avenida Sadovoie Kolzó, sin haber tomado algo antes. No, de ninguna manera. Así que entretanto debo haber tomado alguna que otra copita.
Sí, y entonces fui hacia el centro, aunque siempre me pasa lo mismo: cuando quiero ir al Kremlin, termino en la estación Kursk. En realidad tenía que ir a la estación Kursk y no al centro, pero igual fui al centro, para ver al menos una vez al Kremlin. De una forma u otra, yo creo que nunca voy a poder ver el Kremlin, ya que siempre termino en la estación Kursk.
Podría llorar de rabia. No tanto por el hecho de que esta vez tampoco me salvé de llegar a la estación Kursk (¡Macanas! Ayer no llegué, pero hoy sí voy a llegar). Y tampoco por el hecho de que por la mañana me desperté en alguna escalera misteriosa. (Como pude comprobar, ayer me senté en un escalón de esa escalera, el cuarenta contando desde abajo, apreté mi maletín contra mi corazón y me dormí). No, no es eso lo que me da rabia. Lo que me da rabia es que, según mis cuentas, desde la calle Chejovskaia hasta esa escalera seguí tomando hasta gastar seis rublos, pero ¿qué fue lo que tomé y dónde lo tomé? ¿Y en qué orden? ¿Fue con ganas o tomé con asco? Eso no lo sabe nadie, y ahora nadie, nunca más, habrá de saberlo. Tampoco sabemos hasta ahora si fue el Zar Boris el que asesinó al Zarevich Dimitri ¿o fue al revés?
¿Qué escalera era esa? No tengo idea. Pero así es. Todo es así. Todo en el mundo sucede lentamente y al revés, para que el hombre no se convierta en un petulante, para que el hombre esté triste y confundido.
Salí a la calle cuando empezó a amanecer. Cualquiera sabe, cualquiera que se despierte sin conciencia en una escalera extraña al amanecer sabe qué pesar lleva uno en el corazón mientras baja cada uno de esos cuarenta escalones de la escalera desconocida, y qué pesar lleva uno encima cuando sale al aire de la vereda.
No importa, no importa, me digo a mí mismo, no importa. Ahí está la farmacia, ¿la ves? Y más allá el tipo de la campera marrón, que se caga en sus pantalones, ese que se rasca en la vereda. A él también lo ves. Y bueno, entonces, calmate. Todo está bién. Si querés ir a la izquierda, Venichka, andá a la izquierda, no te obligo a nada. Si querés ir a la derecha, andá a la derecha.
Fui hacia la derecha, tambaleándome despacio por el frío y por la preocupación. Sí señor, por el frío y por la preocupación. Oh, ese pesar temprano en el corazón. Oh, infausta ilusión. Oh, esa falta de compromiso. ¿De qué está hecho ese pesar, al que nadie aún ha dado nombre? ¿De qué está hecho? ¿De parálisis o de náusea? ¿De extenuación nerviosa o de melancolía, ahí, en algún lugar cerca del corazón? Y si está hecho de todo eso, ¿de qué tiene un poco más: de entumecimiento o de fiebre?
No importa, no importa, me dije a mi mismo, protéjete del viento y anda, despacio. Y respira profundo, muy profundo. Respira y trata de que, mientras camines, tus rodillas no se choquen una con otra. Y anda, hacia algún lugar. No importa adónde. Mismo si doblas a la izquierda, llegarás a la estación Kursk; si vas derecho, también llegas a la estación Kursk; y si vas a la derecha, te encontrarás también con la estación Kursk. Por eso, anda hacia la derecha, para estar seguro. Oh, ¡qué inútil! Oh, ¡qué efímero! Oh, tu, tiempo impotente, tiempo ignominioso en la vida de mi pueblo ¡oh tiempo entre el amanecer y el abrir de los negocios! ¡Cuántas canas se han colado en nuestras cabezas de vagabundos melancólicos! Anda, Venichka, anda.


Venedikt Yeroféiev
Tradução de Liliana Villanueva

domingo, julho 09, 2006

Recuerda cuerpo

Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo

Konstandinos Kavafis

sexta-feira, julho 07, 2006

A conselho do marido


Estamos a bordo de um grande paquete da Messagéries Maritimes, em pleno Atlântico, entre os dois hemisférios. Dois passageiros, que embarcaram no Rio de Janeiro, um de quarenta e outro de vinte e cinco anos, conversam animadamente, sentados ambos nas suas cadeiras de bordo.
- Pois é como lhe digo, meu amiguinho! - dizia o passageiro de quarenta anos- o homem, todas as vezes que é provocado pela mulher, seja a mulher quem for, deve mostrar que é homem! Do contrário, arrisca-se a uma vingança! Ocaso da mulher de Putifar reproduz-se todos os dias!
- E se o marido for nosso amigo?
- Se o marido for nosso amigo, maior perigo corremos fazendo como José do Egito.
- O que você está dizendo é simplesmente horrível!
- Talvez, mas o que é preferível: ser amante da mulher de um amigo sem que este o saiba, ou passar aos olhos dele por amante dela sem o ser, em risco de pagar com a vida um crime que não praticou?
- Acha então que temos o direito sobre a mulher do próximo...?
- Desde que a mulher do próximo nos provoque. Se o próximo é nosso amigo,paciência! Não se casasse com uma mulher assim! Olhe, eu estou
perfeitamente tranqüilo a respeito da Mariquinhas! Trouxe-a comigo nestaviagem porque ela quis vir; se quisesse ficar no Rio de Janeiro teria ficado e eu estaria da mesma forma tranquilo.
- Mas o grande caso é que se um dia algum dos seus amigos...
- Desse susto não bebo água. Já um deles pretendeu conquistá-la... chegou a persegui-la... Ela foi obrigada a dizer-mo para se ver livre dele... Dei um escândalo! Meti-lhe a bengala em plena Rua do Ouvidor!
Dizendo isto, o passageiro de quarenta anos fechou os olhos, e pouco depois deixava cair o livro que tinha na mão: dormia. Dormia, e aqueles sonos debordo, antes do jantar, duravam pelo menos duas horas.
O passageiro de vinte e cinco anos ergueu-se e desceu ao compartimento do paquete onde ficava o seu camarote.
Bateu levemente à porta. Abriu-lhe uma linda mulher que se lançou nos seus braços. Era a Mariquinhas.
- Então? - perguntou ela - consultaste meu marido?
- Consultei...
- Que te disse ele?
- Aconselhou-me a que não fizesse como José do Egito. Amigos, amigos,
mulheres à parte.

E o passageiro de vinte e cinco anos correu cautelosamente o ferrolho do
camarote.
Artur Azevedo

Crepúsculo de Agosto

Dos amigos que perdi
não falo. Sei
que estamos em agosto, mês
dos remos escaldantes, sei
que há lodo sob as algas,
sob a pele. Oblíqua,
sei também, a sombra
cai sobre as oliveiras. É
tempo de içares
tuas velas, teus ergueres
teus guindastes
junto ao rio. Dis
poníveis estão
as luzes; preparadas,
ermas estão as águas.


Preciso de arrumar a casa, rever o sistema, brunir
os móveis e o tato.
Preciso de opor o tempo ao tempo.
O espaço ao espaço.


Albano Martins

quarta-feira, julho 05, 2006

The letters

Paris, 1st October 1907

Dear Father,

I am well and I wish the same of you and of all the family. I have never been on a more pleasant journey - I will never forget the two days on the train.
When I got here I was overcome with sadness, because I felt how lonely I was among so many people. Carriages, shouting, crowds, towering houses, thousands of things which weigh down on me...
Fortunately I found a room the day I arrived. It is a pleasant room, next to the University and all the schools, in the centre of Paris.
This morning I sent you a telegram, which I trust you have received by now.
I will need about ten days to recover. As long as one lives in Heraklion, one cannot imagine what a big city of three and a half million people is like.
I will write often - don't worry, dear father. Give my regards to mother and Anastasia and Eleni and everyone. Have Eleni write my address on the envelope of the letters you send me.


With love and respect

your son

Nikos


Dear Mother, Anastasia and Eleni,

When I calm down, I will write and tell you what I have seen. At the moment I am full of noise, people, railways. Coming to Paris sends you out of your mind..I have been wandering around all day, but don't feel in the least like sleeping! I arrived at six o'clock on Monday, the first of the month. Write often, because quite honestly and without flattering you, your letters will be my only comfort here. Today it is drizzling and the sky is full of clouds. It is not cold yet, send greetings to everyone and in my next letter I will write you lots of news.

I feel terrible now.

Dearest mother, you don't know how much I would like to be back with you...But it doesn't matter..it'll come
Nikos



Nikos Kazandzakis

terça-feira, julho 04, 2006

Poemas a Lesbia - LXXXV

Odio y amo. Por qué lo hago, me preguntas tal vez.
No sé, pero siento cómo se hace y me torturo.


Cayo Valerio Catulo

segunda-feira, julho 03, 2006

Estación San Isidro

¿Y si volver no fuese como caer?

El color que tenía todo antes de irse:
lo diagonal del andén, un vértigo
a través de la luz, una secreta
noche infinita no localizable,
mortalidad del sol.

¿Y si el tiempo no fuera como diluirse?
Si la mañana pudiera restaurar
de su fractura el alma, pegar los pedazos del café,
desayunar
frente a tu pelo del color del árbol,
no de la nieve.

Nunca hubo ningún siempre.
La letra de mi vida se gastó sin nacer.
Pero algo, una música de ciudades
te escribe sin idioma, te dibuja de nuevo
en rojo y en azul, como si nada
hubiera comenzado.


Beatriz Vignoli

domingo, julho 02, 2006

China ocho milímetros

Poema I

Algunas personas dicen
que para escribir poesía
antes se debe leer a
Verlaine
Valéry
Eluard
Appolinaire
Musset
Pound
Racine
Goethe
Keats
Shelley
Gautier
Joyce
Blake
Poe
Elliot
Mallarmé
Shakespeare
Bretch
Celine
Proust
Victor Hugo
Dante
Whitman
Prevert
Yeats
tal vez tengan razón.
Pero no me alcanzaría la eternidad
entonces prefiero arrancar
poesía
de los locos
marginales
suicidas
explotados
débiles
enfermos
místicos
de los que están en el borde
como mi amigo Vladimir
que escribe en su cama de hospital.
Caminamos sobre nosotros mismos
buscando
el
absoluto
viajeros de lo eterno.
La señora que limpia la pieza
pintura china del espíritu del Tao

progresos en el camino del zen
me dice mirandolo
partir:
es una lástima
tan joven
y pienso que tal vez
necesitemos muchas vidas
para comprenderlo.
Lo profano es sagrado
no lo había percibido
antes.
Entumecimiento espiritual
me someto sin reparos
a la dirección del mío
por eso me gustan las líneas
de Baudelaire
incomprendido
viejo Charles.
Nuevamente al principio
examinemos el problema
ellos tienen el dinero
y nosotros la poesía.
Le pregunto si no estará pensando en
plazos fijos
se ríe y me alegro.
Sergio viene con unas cervezas
trae cosas de Rimbaud
habla de Buda
de George Harrison
de Bukowski
de la Beat Generation
la flecha de un arquero
zen
sus palabras suenan bien.
Vladimir se durmió
mi amigo lee
Una temporada en el infierno.
En la televisión
un volcán estalla en África
los parlantes avisan
que terminó el horario
de visitas.
Satori
irrupción súbita de la luz
en la conciencia
le digo a Sergio.
Me dice que estoy loco
y nos cagamos de
risa.

Andrés Bohoslavsky

sábado, julho 01, 2006

Presente

Los que más se lo creían
fueron poco a poco fracasando
y el hijo del rabino se volvió
marica, se casó con una cristiana
y se divorció después de dos meses
no con otra prima que también se
casó con un marica que le gustaba
ponerse ropa de mujer
los años pasando
veías a unos y otros caer
el hijo del rabino que
quería darme besos cuando tenía ocho años
y estaba dispuesto a cambiar mis besos
por su reloj
y también escuché que por primera vez
un judío de Tetuán se va a casar con una mora
me lo dijo un primo muy sorprendido
pero casarse con cristianos
ya parece casi normal
y pasaron los años
unos en Venezuela
otros en España
en París
y otros
como yo
en Israel
y todos suspendidos en el tiempo
sin reloj y sin asa
viviendo de charla en charla
de memoria en memoria
el sol y el mar de Tetuán
el fin del Mediterráneo
y buscando un presente
no presente


Moshe Benarroch
on-line hits.