Elejía sencilla II
Tenía blanco el cabello,
tenía la barba blanca
i una dulzura de amor
i de ensueño en la mirada.
Tenía pálido el rostro,
tenía las manos pálidas...
se fue una tarde i ya nunca
más se oyeron sus palabras.
No se oyeron más sus pasos
en los patios de esa casa,
ni lo han visto más sus perros
que sollozando lo aguardan.
Abandonado quedó
el bastón que acostumbraba,
nostáljico de esas pródigas
manos que ya no se alargan.
Pero aún en esa tardes
en que se recoje el alma,
en todo hai como una sombra
trémula que se ajiganta..
Cuando se iba ya, dejó
en el campo una mirada
tan honda i triste, que aún
está conjelada en lágrimas...
Tenía blanco el cabello,
tenía la barba blanca…
tenía pálido el rostro,
tenía las manos pálidas.
Jorge González Bastías
tenía la barba blanca
i una dulzura de amor
i de ensueño en la mirada.
Tenía pálido el rostro,
tenía las manos pálidas...
se fue una tarde i ya nunca
más se oyeron sus palabras.
No se oyeron más sus pasos
en los patios de esa casa,
ni lo han visto más sus perros
que sollozando lo aguardan.
Abandonado quedó
el bastón que acostumbraba,
nostáljico de esas pródigas
manos que ya no se alargan.
Pero aún en esa tardes
en que se recoje el alma,
en todo hai como una sombra
trémula que se ajiganta..
Cuando se iba ya, dejó
en el campo una mirada
tan honda i triste, que aún
está conjelada en lágrimas...
Tenía blanco el cabello,
tenía la barba blanca…
tenía pálido el rostro,
tenía las manos pálidas.
Jorge González Bastías