quinta-feira, abril 14, 2005

La casa deshabitada

Magica sensación ya en octubre sentirse,
bajo lluviosos cielos y otoñales presagios,
más allá de sí mismo, fantasmal,
por las calles del pueblo,
entre sus viejas casas deshabitadas que aún ruinosas
evocan su esplendor de otros días...
Señoriales fachadas de heráldicos escudos
y barrocos herrajes de forja en sus balcones,
donde hoy nadie se asoma para ver
los crepúsculos de oro de la Campiña.
Casas que el absentismo, tras la rueda del tiempo,
fue dejando vacías hasta inundar sus patios de humedad y silencio,
largos trinos y huecos perdidos de campana...
Corredores inmensos en penumbra de años...
Escaleras y puertas... Misteriosas estancias,
recogidas de óleos de Angel López-Obrero
su intacta luz con huellas
todavía iluminadas de un espectral efluvio
y en el ámbito muerto de su interior,
flotando, como eco presentido,
las antiguas palabras de otras conversaciones...
Y el pajar, los graneros, los corrales, las cuadras, el pozo
y los silvestres arriates donde cardos y ortigas, lujuriantes,
expanden su verdor agresivo...
¡ Rincones traspasados por la melancolía...!
Y entre todos, aquellos que tú entrañablemente recuerdas
porque aún guardan la familiar historia de tu perdida infancia ,
solo para tí escrita con indelebles signos
de verdina en los mapas de cal de sus paredes...

Mario López
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